The Killing of a Sacred Deer
Lenta, densa y perturbadora, The Killing of a Sacred Deer, es una de las mejoras obras del grande Yorgos Lanthimos, ganadora del premio al Mejor Guion en el Festival de Cannes 2017.
El griego nos captura con la historia de Steven, un cirujano exitoso (Colin Farrell) con una esposa de ensueño (Nicole Kidman) y dos adorables hijos: el retrato de la familia perfecta que se vuelve el centro escalofriante de una maldición. La extraña relación que guarda Steven con un adolescente de 16 años (Barry Keoghan), llevará a la familia por caminos inesperados y al espectador a perderse irremediablemente en el dolor, el vacío y el terror que emana de la pantalla.
Con un pragmatismo frío, una banda sonora impresionante que va desde su hermosa partitura hitchckoniana a sus diálogos rígidos y monótonos -sello de Lanthimos-, el director nos envuelve completamente con esta historia que roza con el realismo mágico. Con su estilo directo y demasiado acertado, podemos situar a Lanthimos como un observador, quien posee sin duda alguna, un talento único para plasmar dichas observaciones del ser humano de forma precisa y sin miedo a que esta sea a su vez atemorizante. La manera de este director de captar al hombre, con todas sus complicaciones y sus vicios es impresionante, y no duda ni un segundo en mostrarlo, no sólo con su relato y con la estructura psicológica de sus personajes, sino que lo logra desde la manera de dirigir a sus actores, desde la manera en la que deben recitar sus diálogos, la manera de mirar sin ver, y de vivir dentro de un cuerpo-objeto.
Y con esto, el griego nos regala un agradecido descubrimiento: Barry Keoghan. El adolescente inquietante, que, junto a sus grandes ojos azules, logra trasmitirnos toda su rabia desde un estado de pasividad impresionante. Lánguido y sin rodeos, cosido al estilo de este director y sobre pasando al resto de las también geniales actuaciones, Keoghan es una relevación para el cine, quien a pesar de haber aparecido en otras películas conocidas (Dunkerque, 2017), es de la mano de Lanthimos, que este chico se hace inmenso.
Todo se resume en su personaje, todos los sentimientos y emociones son causadas por él y a través de él, es él quien exige el sacrificio que titula la cinta, siendo los vulnerables ciervos los miembros de la familia de Steven, incluyéndolo a él mismo.
Si algo es cierto, es que los films de Lanthimos no son para todo público. La crudeza de sus imágenes y diálogos pueden resultar terriblemente perturbadoras, al punto de ser exasperantes. En el 2017, al salir de esta película, el ambiente de la sala era oscuro, pesado y depresivo. Esto es cine. Esto es a lo que me refiero cuando digo que el cine son emociones. Cómo dos horas de ficción pueden transformar tu estado de ánimo por el resto de tu día. En este caso, el film te deja exhausto, con ganas de irte a la cama y dormir, sin querer pensar ni un segundo más en él y lo que te hizo sentir, pero no puedes escaparte de dicho sentimiento tan fácil, incluso escribiendo sobre él, puedo sentir la incomodidad que me produjo en la sala del cine.
Es por ello que debemos estar conscientes del humor en el que nos encontramos al ver esta cinta, ya que el perturbador sentimiento que deja, seguirá contigo por el resto del día.
Grande, Lanthimos. Grande.