Hermano
El cine es la extensión de los sentimientos reales más profundos y cuando se ambienta en el corazón de un país en picada y se coloca de frente la vista panorámica del sufrimiento y la pobreza humana, el resultado no puede ser otro que el de la empatía.
Hermano, es una película venezolana de Marcel Rasquin, ópera prima del director, la cual se sitúa en un contexto demasiado violento pero real, en el corazón de la hermosa y destruida Caracas, llena de ilusiones y sueños rotos, donde dos chicos son criados como hermanos y comparten la misma pasión por el fútbol. El sueño de uno de ellos es llegar a ser profesional y llevar a su hermano consigo, ya que juntos dentro el terreno de juego son imparables.
Situaciones lamentables, pero tristemente comunes en Venezuela, ponen en riesgo el sueño de estos chicos, llevando a uno por el camino de la delincuencia y al otro con el corazón en duelo, tratando de luchar a contra corriente para conseguir lo que desea.
A pesar de que el fútbol parece ser el elemento central, es simplemente el mcguffin con lo que se busca realzar la relación fraternal, es decir, es la excusa para poner en escena lo que realmente importa, que es ese vínculo familiar que no solamente proviene de la sangre. El barrio pobre de Caracas y las situaciones violentas que suceden pienso que tienen mayor peso que el deporte, aunque parezcan omnipresentes, ya que el escenario cruel que pinta la capital venezolana es perfecto para quebrar cualquier tipo de relación, incluso de las más fuertes.
Técnicamente no es una obra de arte, pero se debe reconocer el increíble montaje y edición en las escenas de fútbol. Es una película sólida, lo suficientemente correcta (técnicamente hablando), donde la real fuerza proviene de su relato y de las poderosas actuaciones que nos regalan Eliú Armas y Fernando Moreno.
Aunque a nivel nacional, como la mayoría de las películas, no se le dio el reconocimiento que se merece a esta cinta, a nivel internacional es la más reconocida, quizás más o tanto como Desde allá (2015, Lorenzo Vigas) y Pelo malo (2013, Mariana Rondón), llevando consigo el premio San Jorge de Oro a la Mejor Película, premio más importante del Festival de Cine de Moscú, compitiendo con 16 películas de todo el mundo, siendo la venezolana galardonada de manera unánime.
Como mencioné en un principio, la empatía es lo que juega entre los espectadores, seas venezolano y logres conectarte con el dolor de un pueblo y el recuerdo de hermanos separados por la situación actual del país, o seas de otra parte del mundo, el vínculo fraternal que transmiten los actores es tan hermoso, que no puedes sino compartir sus mismos sentimientos dentro cada situación en la que se encuentran.
Sin embargo, considero que lo mejor de la cinta es que no hay final feliz. Simplemente hay un final. Así como siempre en la vida, así como algún día en Venezuela.
Link de la película: