Mother!

Mother! - Neon Films

Fotograma obtenido de la película «Mother!»

**Spoilers**

– Baby? 

Mother!, el más reciente film de Darren Aronofsky (Black Swan, 2010), es un poderoso recordatorio de la grandeza del 7mo arte como vehículo de críticas, sensaciones, emociones y de vida. La obra es un relato constante sobre historias pasadas que acechan nuestro presente, o eventos actuales que oscurecen nuestro futuro. Es una fuerte dosis de intelecto, intriga y libre albedrío.

Las películas siempre serán interpretadas de tantas formas como seres humanos las observen, pero en ciertos casos, existen claves que evidencian descaradamente la manera de pensar del director y lo que éste busca lograr con su obra.

En el caso de Mother!, Aronofsky parece disfrutar al lanzarnos fuertes pistas sobre lo que parece ser el tema central. La metáfora es uno de los puntos fuertes del film, que una vez dentro, hace que te pierdas completamente en lo que ves. Requiere de un esfuerzo por parte del espectador, la cinta no es fácil de ver, mucho menos de digerir, pero si logras entrar en el delirio de su director y te dejas llevar a su vez por tus propios delirios basados en tus creencias, valores y experiencias, créeme que vale la pena.

Mother! - Neon Films

Fotograma obtenido de la película «Mother!»

En esta entrega, el director no expone preguntas; expone respuestas a nuestro propio comportamiento, expone hechos palpables, consecuencias, expone la insatisfacción del ser humano, sus instintos más básicos y asquerosos, cómo estamos hechos de una fe sin pies ni cabeza y cómo la idolatría y culto nos llevan a un fanatismo desenfrenado, concluyendo en guerras sin sentido, en un consumismo aterrador, donde somos capaces de abrirnos nuestras propias entrañas para dar lo que no tenemos, lo que ni siquiera existe, para seguir dentro del juego social de tener más y más y más, porque nada nos es suficiente.

La identidad de cada personaje queda también a nuestra propia interpretación. Nos basamos en aquello que creemos para ponerle nombres a cada uno de ellos y esto es lo que busca el director, ya que no los nombra, no poseen nombre propio, sólo son “Él” (Javier Bardem), “Madre” (Jennifer Lawrence), junto con los personajes de Michelle Pfeiffer, Ed Harris, Brian y Domhall Gleeson, los insólitos visitantes quienes colocan punto de partida al extraño mundo que se nos viene encima. Somos nosotros mismos los que tenemos la tarea de identificarlos y gracias a ello las interpretaciones son infinitas.

Es increíble ver este tipo de obras cuando piensas que todo ha sido repetido y repetido tantas veces. El norteamericano utiliza el recurso del cine -una vez más- de forma desgarradora, para mostrarnos una realidad creada únicamente por el ser humano, no sólo por sus acciones sino porque estamos hechos de creencias muchas veces vacías pero que son absolutamente necesarias para poder vivir.

Mother!- Neon Films

Fotograma obtenido de la película «Mother!»

Para mí, la religión católica es lo que le da sentido al filme. Viendo a Lawrence como esta figura virginal, casi pasiva y distante a lo que ocurre, pero quien es la verdadera razón de la creación, la madre naturaleza, la musa de Él, quien es una especie de Dios y demonio al mismo tiempo. Los primerísimos planos del rostro de esta actriz crean una agonía constante en el espectador y vaya que se necesita ser bueno para transmitirnos todo el temor, dolor y decepción que Jennifer Lawrence logra expresar sin palabras, sólo con su mirada e hiperventilación constante.

Bardem representa el símbolo supremo, el ídolo, el poeta que bien puede ser identificado como un profeta, compartiendo lo que escribe con el mundo entero como los escritos de la Biblia, y haciendo de esta manera que la gente lo siga por mera fe, por mera convicción de lo que dice sin probarlo. Entran en juego Adán y Eva y el cuento de que la mujer sale de la costilla del hombre, la historia de Caín y Abel, el paraíso, el apocalipsis, la resurrección, en fin. Pero dentro de este rompecabezas sólo se esconde la crítica al ser humano, lleno de vicios y ansias de poder. Lleno de defectos e indiferente al dolor ajeno, creyendo que todo cuanto pisamos es nuestro y, por lo tanto, hacemos con ello lo que se nos venga en gana sin ser conscientes de que aquello que destruimos es lo único que nos mantiene vivos.

Es una película que se caracteriza por la incomodidad y tensión que se apoderan del espectador. Crea un ambiente totalmente oscuro, bizarro y aterrador cuando nos lanza sin ningún tipo de anestesia -entre todo el caos visualmente posible- las aberraciones que nos caracterizan como seres humanos y hace que no pueda evitar preguntarme sobre quién diría que los verdaderos monstruos no son los que vemos en las películas, sino que somos nosotros mismos.

Algunos catalogan la cinta como una pretenciosa provocación por parte de un director demasiado ambicioso, yo la catalogo como símbolo de una crítica a la humanidad traducida en arte. Quizás, estoy cayendo en el mismo juego psicológico en el que se encuentran los fanáticos del personaje de Javier Bardem, sólo que, en este caso, yo soy la fanática delirante y Aronofsky es Dios…o el demonio.

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