Escribo -como todo- desde la emoción y es que Winding Refn posee un poder hipnotizante sobre mí. La calidad visual de su trabajo es como un bálsamo de emociones y sentimientos que me abruman y me reducen a la mínima expresión física. Es todo sentidos. Veo, huelo, saboreo, siento y escucho los colores que se despliegan en la gran pantalla llenándonos de amor, de odio, felicidad y de la más honda tristeza, entre tantos otros sentimientos.
Mientras escucho uno de los mejores soundtracks que he escuchado en mi vida, escribo sobre una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo: The Neon Demon, del genio Nicolas Winding Refn quien una vez más deja su huella impregnada en los colores más brillantes que se conjugan a la perfección con la acertadísima elección de la música de Cliff Martínez.
Una historia aparentemente cliché y superficial. Una chica inocente llega a Los Ángeles para ingresar en la industria de la moda. Rodeada de personajes estereotipados y casi panfléticos: fotógrafos aparentemente abusivos, maquilladoras lesbianas y modelos deprimidas. La chica es el centro de atención pero nadie sabe por qué. La búsqueda de la respuesta a aquella pregunta se hace el centro de la película. No es una crítica social, no es cine publicitario, es simplemente la insesante búsqueda de dicha respuesta a una interrogante que se ha atornillado en nuestra mente desde el inicio de los tiempos: ¿de dónde proviene la belleza? ¿Cómo hacer para obtenerla? La película nos lleva a pensar que proviene quizás de la inocencia, de la virginidad, de la pureza. Pero, ¿es esto cierto?
Cuando comenzó el film la linda Elle Fanning, quien interpreta a Jesse, me parecía sólo eso: linda. No le veía nada físico que me llamara demasiado la atención, es una chica más que busca ser modelo: rubia, delgada, con grandes ojos azules. Encorvada y tímida, llega a Los Ángeles para abrirse paso en esta industria ya que es lo único que sabe hacer y así aprovechar su socialmente llamada “belleza”, pero vemos cómo poco a poco se convierte en este demonio hermoso cuando se alimenta de la envidia y del deseo de todo el que la rodea en este nuevo mundo al que parece encajar a la perfección.
Su postura cambia, su mirada se hace intimidante, su voz más fuerte y su actitud imparable. Sabe que puede comerse al mundo por encajar en ese frasco de la belleza americana y poseer algo de lo que las demás chicas carecen: inocencia. Y es allí donde Winding Refn intenta poner su dedo, sobre la belleza, el papel de la inocencia, la envidia que ésta genera y hasta qué punto se es capaz de llegar para poseerla de nuevo, para poseerla por siempre. No se trata ni siquiera de la virginidad, porque vemos como Fanning crece y crece hasta hacerse enorme sin ser tocada, cómo se come esa inocencia que luego le traspasa el cuerpo y la vuelve peligrosa.
La actuación de este pequeño monstruo se hace poderosa con el paso de la película. La fuerza física que ésta adquiere traspasa la pantalla e intimida a sus espectadores. Pero su personaje no es el único interesante. Jena Malone conquista con su rol de maquilladora lesbiana y protectora de la pequeña Elle, quien se enamora justamente de lo que ella transmite: inocencia, belleza y juventud. Ella no quiere ser modelo, no le interesa ser hermosa, sólo quiere hundirse en el placer de su blanca piel y arrancarle la inocencia en el grito vencido de un orgasmo.
Retorcida y sensual, juega con el placer y la muerte de una manera increíblemente seductora. Su personaje se desenvuelve en el triángulo peligroso de la muerte, la belleza y el sexo, lo cual al conjugarse, no da más como resultado que el más puro deseo. En apariencia indefensa pero con una media sonrisa pícara y una lentitud al hablar que excita, Malone se catapulta en el film como una diosa sexual haciendo alusión a la igualmente peligrosa Elizabeth Bathory, la aristócrata húngara mejor conocida como la Condesa Sangrienta, quien veía la sangre como una promesa de juventud y eterna belleza.
En baños de sangre posaba su cuerpo mientras se fundía en el deseo de ser hermosa, tal como lo hace el personaje de Malone pero de una manera más retorcida. Su deseo era puramente sexual. Necesitaba llenarse de su sangre para así poseerla por completo. El físico no bastaba, necesitaba llenarse de ella de la manera más perversa con la luna como testigo omnipresente, palpitante como su sexo al encontrarse finalmente llena de su objeto de placer.
Las modelos, quienes parecen personajes secundarios, son pilares importantes dentro de esta historia que va más allá de la industria de la moda. Vampirismo, canibalismo, poder, lujuria. ¿Hasta dónde puede llevarte el deseo? Todo se resume a él. Al deseo puro de ser, de poseer y sobresalir.
Quisiera ver de una manera un poco más positiva la siempre mala decisión de darle un papel a Keanu Reeves y de cerrar con unos créditos que se asemejan a un video de música pop de la más comercial. No sé si es porque estoy enamorada del film y del trabajo en general de su director, pero quiero ver estos puntos negativos como una clase de ruptura; después de todo, el film está lleno de ella. Una seductura ruptura visual cuando se intenta acabar con toda la lógica que se había construido hasta el momento. Wending Refn, lanza obras visuales tan poderosas que te llena de ellas. No puedes pensar en nada más. Todo lo que venías entendiendo sobre la película lo rompe con escenas tan fuertes visualmente que no hay cabida para nada más, solo para sentir.
Te perturba de tal manera que una vez terminada la escena no sabes qué hacer con ella porque te das cuenta al finalizar el film que no sirvió para nada. Que no hay continuidad en la historia que la escena pudo querer relatar, no hay motivo real para incluir tal tipo de escenas dentro de la película y es ahí donde está lo más grande. Nicolas Winding Refn lo hace porque puede. Porque posee un talento para lo visual tan enorme que decide simplemente echarlo en cara de sus espectadores sin ningún argumento. Y es justo eso lo que hace que me enamore.
Así que el papel de Reeves y los créditos pueden ser vistos como una clase de ruptura con respecto a lo que esperamos. Estamos frente a una obra artística poderosa la cual se rompe con los créditos al mostrarnos imágenes similares a las de un video o una publicidad de un perfume. Vemos actores geniales y todo se rompe al escuchar hablar a Keanu Reeves. Quiero pensar que esto es lo que pasa, verlo como una ruptura visual que es una de las experiencias principales dentro del film. Verlo como un film vanguardista de algún modo, si es que es aún aceptable utilizar ese término.
Quizás no tiene nada que ver con esto y a Winding Refn le gusta realmente Keanu Reeves y pensó que los créditos podrían burlar todo el trabajo artístico anteriormente realizado. Por qué no. Después de todo, lo más interesante es poderlo interpretar como queramos, y aunque pueda parecer arrogante, estoy de acuerdo cuando el director en Cannes alega con toda seguridad que su película es simplemente, todo.
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