Spencer
Kristen Stewart obtiene su primera nominación a los Premios de la Academia como Mejor Actriz Principal encarnando a la Princesa Diana, en el más reciente filme de Pablo Larraín, Spencer.
Si hay alguien que puede hacer magia con los actores es este director chileno, quien tiene una habilidad impresionante para acertar con los actores perfectos para cada retrato que decide hacer, como Natalie Portman en el rol de Jackie Kennedy, o Luis Gnecco en la piel de Neruda. Kristen Stewart no es la excepción en este caso, la manera en que la dirección de Larraín pela las capas de la interpretación de esta actriz con el correr de los minutos, es algo fascinante de apreciar.
La mirada de Stewart se confunde muchas veces con las de Diana, la sonrisa tímida y la presencia incómoda de esta actriz logra que nos metamos en la piel y en la mente de esta Princesa incomprendida.
Además de una actuación formidable, el todo de la producción es sencillamente exquisito. Es el retrato de una Princesa encerrada en su castillo, que se ahoga en sus propios gritos deseando ser rescatada. Y es por ello que Spencer, el nombre de soltera de Diana, otorga el título a la película. Es un viaje nostálgico a aquella vida pasada, a sus orígenes, y el deseo de dejar atrás a Diana de Gales para convertirse de nuevo en Spencer.
Durante las festividades del mes de diciembre, Diana coquetea con dejar la vida que lleva, mientras las visiones de Ana Bolena, reconocida mártir en la cultura protestante inglesa, la persiguen y confunden sobre su verdadero rol y destino dentro de la Familia Real. Es una película oscura, donde Diana convive con sus demonios, su incapacidad de presentarse frente a la familia, su lucha con la bulimia y el dolor de saberse engañada descaradamente por el Príncipe Carlos, quien le recuerda que siempre hay dos versiones de cada uno de nosotros, aquella que mostramos públicamente, y lo que verdaderamente somos.
Con un ritmo minimalista en la mayoría de las escenas, la simbología juega un papel fundamental para el desarrollo de la cinta y para la comprensión de este personaje. Desde el espantapájaros en el terreno donde una vez vivió Diana, hasta el collar de perlas que le regala el Príncipe Carlos de navidad, siendo este la representación de un matrimonio fallido del cual Diana debe alimentarse diariamente.
Entre escenas surreales y hermosos primeros planos, se encuentra la realidad de una figura pública que conmocionó al mundo entero, una historia digna de un cuento de hadas oscuro y trágico. Así es la película, así es la actuación de Kristen Stewart. Es una Diana que explota frente a nuestros ojos debido a la presión del nombre que lleva sobre sus hombros, al amor no correspondido de su príncipe de todo menos azul. Es la cara macabra de los cuentos felices, mostrado en una progresión dramática y cinematográfica sin igual.
Larraín nos enamora de nuevo con su cine, pero Stewart me enamora por primera vez como Diana de Gales, un personaje que le queda como anillo al dedo.