Halloween Kills
Fui a ver Halloween Kills como quien se lanza en paracaídas: puede ser una experiencia liberadora o lo más aterrador que has hecho. Cuando hablo de lo más aterrador, no me refiero al género de la película que en ese caso, si te sientes aterrado, es positivo. Me refiero a la sensación horrible de vacío, de no saber si tocaras el suelo sano y salvo, esa rapidez y ligereza con la que caes, como si fuésemos de mentira. Ese terrible sentimiento de no saber qué esperar… y al final, te estrellas.
En Halloween Kills, secuela directa de Halloween (2018) y ambas dirigidas por David Gordon Green, Jamie Lee Curtis, siendo la final girl por excelencia, intenta matar a Michael Myers lo cual parece haber logrado. En esta siguiente entrega, vemos que Michael no muere y sigue acechando al pueblo de Haddonfield. Los habitantes de este pequeño pueblo de los Estados Unidos toman el asunto entre sus manos, y se proponen acabar con el asesino en serie que tiene 41 años atemorizándolos.
Halloween Kills fue un golpe duro. Fue esa terrible sensación de vacío, y toqué el fondo con dolor. Mientras caía ligera e inevitablemente, solo pensaba en los por qué. ¿Por qué una película tan perfecta como Halloween (1978) pudo llegar a convertirse en prácticamente una sátira de ella misma?, ¿por qué sus creadores, John Carpenter y Debra Hill, permitieron que esto haya sucedido durante 41 años?, ¿por qué permitieron que los elementos que hicieron de la película original una obra maestra sean sustituidos grotescamente en sus sucesoras?.
Esta es la penúltima entrega de esta dolorosa serie de Halloween, porque, como si lo necesitásemos, aún falta Halloween Ends, que lamentablemente saldrá en octubre del 2022. Y digo lamentablemente porque siento que es completamente innecesaria, así como lo fueron las 12 películas que la preceden. Hollywood, como siempre, mete su mano avara y decide sacarle hasta a la última gota de sangre a la perfección que creó Carpenter. Hasta la última gota de sangre, literalmente, y esto conecta uno de mis argumentos principales: la sangre.
En Halloween de 1978 la sangre no existía, nunca se nos mostró ni una gota a pesar de tratarse de una película donde el centro de todo era un asesino en serie. Era esa sugestión de la sangre la que nos hacía vibrar, esa invitación a imaginar la cantidad monstruosa de sangre que podía emanar de un cuerpo acabado de acuchillar, era lo que no podíamos ver lo que aterrorizaba más que cualquier otra cosa. En Halloween Kills este elemento e parece ser lo único que importa, nos la muestran como si fuese la esencia de la historia, y no lo es. La sangre no juega ningún papel en Halloween. La ausencia de ella sí, lo cual fue vital para el éxito que tuvo la película original, después de todo, lo que imaginamos siempre va a ser peor de lo que se nos muestra. Esa frase era la esencia de la mejor película de terror hecha hasta los momentos para mí, conjuntamente con The Shape, la personificación del mal, Michael Myers, lo cual conlleva a mi segundo argumento.
A pesar de respetarse la construcción del personaje original, el mensaje de “El mal no muere”, se ve demasiado forzado en este entrega, tanto que resulta ridículo. Por eso hablo de sátira, todo el tono de la película me parece burlesco e irrespetuoso. La banda sonora en general me parece atroz, los diálogos son terriblemente débiles y la música es un insulto a la composición original de Carpenter.
Todo en esta película es débil, incluyendo -y lo escribo con dolor- a Jamie Lee Curtis, quien no nos regala su mejor papel, ni ninguno de los actores, realmente.
Esta es, para mí, una película que no debió ver la luz, es un insulto para la creación original y para la célebre fecha que le da nombre. Halloween Kills no asusta, no sorprende, no suma nada. Y como otorgándole tributo a su nombre, Halloween Kills mata la esencia de Halloween.