Rifkin’s Festival

Rifkin's Festival - Neon Films

© Imagen obtenida del afiche comercial de la película “Rifkin’s Festival”

2022.

Woody Allen vuelve a aparecer en la gran pantalla. Después de casi 3 años de ausencia. A pesar de haber finalizado la producción de su más reciente película en el 2020, ésta no llegó a la gran pantalla.

Llego al cine, la película se encuentra en la sala más pequeña, y cuando entro, está vacía. Me emociono en un principio ya que me encanta una sala de cine vacía, pero luego, se apodera de mí cierta tristeza o nostalgia. No sé cómo describir dicho sentimiento, pero es que no sólo nadie quiere trabajar con Woody, sino que nadie quiere verlo.

Finalmente, se distribuye en Francia, Rifkin’s Festival. La más reciente película de Woody Allen filmada años atrás y tan difícil de conciliar en el mundo actual por razones que no nombraré, pero que son de conocimiento global.

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Ⓒ Fotograma obtenido de la película “Rifkin’s Festival”

Rifkin’s Festival es una luz. Una luz y una brisa de aire fresco, es la brisa de ese Woody Allen que todos amamos, de ese Woody en su época dorada, donde había más películas y menos conflictos, donde su arte se elevaba por sí solo en vez de enterrarse por las acciones atribuidas al director. Woody, Woody, cómo a tus 84 años (ahora con 86), volviste a reencontrarte contigo y con lo que te hace genio.

La trama es simple, como siempre. Mort Rifkin (Wallace Shawn) acompaña a su esposa (Gina Gershon) al Festival de cine de San Sebastián porque sospecha que ella lo engaña con un famoso director francés con el que trabaja (Louis Garrel), mientras que él, por su parte, se hace amigo de una doctora española (Elena Anaya) quien le remueve fibras que pensaba dormidas.

Entre lo real y lo onírico, Rifkin se pasea por un mundo de traumas infantiles, de cinematografía nostálgica, de enfermedades y el miedo a la muerte, de infidelidades y desamor. Esta vez, el director neoyorkino se apoya en su latente amor por el cine europeo -grande influencia en sus obras- pero en esta cinta son la base visual de la misma. Allen recrea escenas de películas clásicas del cine europeo para enmarcar los terribles sueños de su protagonista, pasando por Truffaut en su magnífica Jules et Jim, 8 ½ de Fellini, así como Bergman en mi escena favorita de la película de 1957, El séptimo sello: la Muerte jugando ajedrez. Lo veo como el mismo Woody jugando a contra reloj, sabiendo que el tiempo se le queda corto y decide, de cierta manera, hacer las paces con la Muerte, uno de sus temas predilectos, en una partida que nunca ganará.

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Ⓒ Fotograma obtenido de la película “Rifkin’s Festival”

Woody despliega un festival de clásicos dentro de su propio film, el cual al mismo tiempo, se desarrolla en medio de un festival de cine, lo cual me parece genial.

Woody vuelve a ser pretencioso de la manera más positiva en esta cinta. Soy admiradora de la pretención saludable y este director había dejado eso que yo considero como atributo un poco de lado, pero lo vemos de nuevo aquí, donde sus diálogos están repletos de una fuerte carga intelectual, donde sus escenas son pinceladas de obras de arte cinematográficas, volvemos a encontrarnos con el Maestro y no con el artista promedio, y todo funciona: la fotografía, la música, la selección de los actores, los diálogos, y la hermosa ciudad de San Sebastián que nos transporta a las obras mas recientes del director. Es una gran mezcla de su cine más antiguo, combinado con las características más positivsa de su cine actual.

Con esta película estoy feliz de decir que volvemos al origen. No del todo, no de igual manera, pero volvemos a las bases de cierta manera. Después de todo, dicen, que cuando la Muerte se acerca es cuando la realidad de lo que somos florece, y Woody… Woody es un genio.

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