Rebecca (1940 y 2020)

Rebecca - Neon Films

© Fotograma obtenido de la película «Rebecca» (1940)

Tardé mucho para ver esta cinta ya que la original fue realizada en 1940 por Alfred Hitchcock y es una de mis favoritas del maestro del suspenso. En un mundo perfecto, Rebecca de Hitchcock sería la unica adaptación cinematográfica del libro de Daphne du Maurier, ya que es en su totalidad, una obra de arte.

Pero como el mundo perfecto no existe, el director británico Ben Wheatley, realiza otra versión de Rebecca, protagonizada por Lily James en el papel principal junto a Armie Hammer y Kristin Scott Thomas. Y sucede lo que temía…

Rebecca, habla sobre una joven dama de compañía que conoce por casualidad al elegante Maxim de Winter, un aristócrata traumatizado por la reciente y trágica muerte de su esposa. Al poco tiempo contraen matrimonio y viven en Manderley, la lujosa mansión de la familia de Winter, donde el espíritu de la difunta Rebecca de Winter parece estar presente en todos los rincones de la casa, la cual es llevada por la ama de llaves, la señora Danvers, quien se empeña en recordarle a la nueva señora de Winter que nunca será como su predecesora.

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© Fotograma obtenido de la película «Rebecca» (1940)

La película está bien hecha, estéticamente está muy bien lograda, con diálogos correctos y una pizca de suspenso. ¡Una pizca! Este es el principal problema. El director convierte a Rebecca en una película romántica, cuando su base es el suspenso. Daphne du Maurier fue una escritora de terror gótico, donde el romance existe, pero no sobrepasa la importancia de los temas paranormales, de la muerte y el terror. Hitchcock plasma estos elementos de manera sublime en su Rebecca, llevándose el Oscar a Mejor Película por ella, la cual fue su primera película realizada en Estados Unidos.

A pesar de que el amor es sin duda uno de los elementos centrales de la historia, en la nueva versión parece que todo rodea entorno a esto, dejando a un lado o en segundo plano el suspenso, mientras que éste se encuentra presente en cada plano de Hitchcock, con sus delicados movimientos de cámara, en la manera de iluminar los cuerpos, en las pautas marcadas de los diálogos armoniosamente salidos de los labios de un Laurence Olivier perfecto y de Joan Fontaine, una maravilla. La historia en sí no cambia demasiado entre una película y otra, es la manera en la que es presentada lo que marca la diferencia.

La forma de la Rebecca de Ben Wheatley es sin duda hermosa, pero el fondo deja mucho que desear para los que conocemos la historia y hemos visto la película de 1940. Las actuaciones son mediocres, sobre todo la de Hammer y Scott Thomas, y la manera en la que se humaniza a esta última es decepcionante. La señora Danvers es prácticamente una figura fantasmal en la primera película, estática y oscura como Manderley. En esta cinta, la ama de llaves es una amenaza activa, casi a manera de telenovela.  Y me atrevo a decir que este es el personaje más importante de la historia, ya que, en realidad, es la señora Danvers quien establece el tono terrorífico en la película, perdiéndose entre el decorado y su imagen espectral, interpretada por la grandísima Judith Anderson. Esto no lo vemos en esta nueva versión y Scott Thomas se pierde tras la sombra de tan poderosa actriz.

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© Fotograma obtenido de la película «Rebecca» (2020)

Por alguna razón, Scott Thomas, a quien considero una buena actriz, en manos de este director no floreció completamente, pero no creo que haya sido su culpa. Creo que fue la adaptación del guion lo que la limitó demasiado, justamente por querer darle más movimiento al personaje de lo que debería tener. Es una actuación incómoda, pero no por la calidad de la actriz, sino por la escritura del personaje.

Armie Hammer, quien me sedujo en Call me by your name, en esta cinta no brilla. Es opaco, no hay nada que resalte en él. Lily James es correcta. Es difícil no remover alguna fibra del espectador cuando se es tan carismático como ella.

Y Manderley…lo que debió ser un tributo a esta casa ícono de la literatura y del cine, a la que sólo se puede regresar en sueños (“Anoche soñé que regresaba a Manderley”), no es más que una película entretenida para los que no conocen la obra literaria ni la adaptación cinematográfica de 1940. Para el resto, no nos queda más seguir que soñando que regresamos a Manderley. A La de Hitchcock o la de Maurier. No a ésta  última. Definitivamente no a ésta.

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