Dracula
Octubre, el mes más tenebroso por razones que el capitalismo ha sabido explotar, y como lo oscuro también puede ser hermoso y lo desconocido excitante, lo acepto y lo alabo con una película como ninguna otra, una película que mezcla todos los adjetivos anteriormente mencionados con lo romántico, y es que ésta, por encima de todo, es una película de amor, lo cual, al mismo tiempo, puede llegar a ser aterrador.
Una película que se esconde tras el miedo que nos produce ver a un monstruo, el cual nos ha atemorizado durante siglos y siglos en libros, series, películas y comics. Tras el célebre Conde Drácula y su muchas veces repugnante físico como se muestra en Dracula, dirigida por Francis Ford Coppola, se esconde un miedo que va más allá de lo superficial, se esconde el miedo al amor y a lo que somos capaces de hacer por él.
El Conde Drácula ha sido inspirado por Vlad Tepes o Vlad “El Empalador”, un príncipe rumano diabólico, para la escritura del libro más comercializado sobre la vida de este personaje, no significando que el vampirismo no existiese antes con las características que hoy conocemos, pero el autor irlandés Bram Stoker, escritor del libro en el que se basa esta película, logró elevar la figura del conde sangriento a su máximo esplendor dentro de la literatura y el cine.
Drácula de Bram Stoker es una película de amor, dirigida gloriosamente por Francis Ford Coppola, la cual le devolvió su reputación de gran director. Es una película sobre cómo un humano puede convertirse en una bestia por la rabia que le desata amor y viceversa. He leído el libro y he visto esta película tres o cuatro veces espaciada en años y siempre había sentido cosas similares al verla, pero nunca había entendido realmente que se trata de una historia de amor. No amor a la sangre o a la inmortalidad como podría pensarse, es simplemente amor a una mujer en este caso y todo lo que esto trae como consecuencia.
Vlad, un príncipe rumano quien, tras la muerte de su esposa vende su alma al diablo y se convierte en vampiro. Cuatrocientos años después, convertido en el Conde Drácula (Gary Oldman), un extraño personaje que decía ser alguien que no es, invita al abogado Jonathan Harker (Keanu Reeves) a su castillo en Transilvania para finalizar un proceso de compra de bienes raíces. Al pasar los días y debido al inusual comportamiento del Conde, Harker se da cuenta de que se ha sido prisionero y no un invitado. Mientras tanto, Drácula decide viajar a Londres para conquistar a Mina Murray (Winona Ryder), la prometida de Harker, ya que parecer ser la reencarnación de la que fuera su esposa siglos atrás.
Coppola, acaricia sutilmente los elementos que otros directores que han tocado el tema del vampirismo han aportado, como el expresionismo de Murnau y la sofisticación de Bela Lugosi, siendo éstos, a mi parecer, las mejores representaciones de vampiros luego del Drácula de Coppola. Además de lo interesante de la historia y de lo polémica que fue la adaptación debido justamente a esa historia de amor entre Drácula y Mina, alejada del relato literario, se destacan las imágenes de Coppola que nos regalan un deleite visual infalible, el juego de sombras y las secuencias entrelazadas de Drácula como un animal salvaje sediento de sangre y el seductor Conde en busca de su amada son indiscutiblemente excitantes. Nos encontramos inmersos en un universo onírico en donde no sabemos a ciencia cierta cuál es la realidad ni qué parte son sueños o recuerdos, pero lo que sí es cierto, es que el desprecio y el amor que siente Drácula por los seres humanos, es lo mismo que sentimos nosotros por él. Un perfectísimo Gary Oldman en el papel de tan atirante personaje, tan sensual como peligroso.
Todo en esta película es acertado, incluso Keanu Reeves como Jonathan Harker, que, si bien representa para mí uno de los puntos menos fuertes de la película, no puedo aplastarlo por completo. Su actuación es correcta. Y es que vestido con el magnífico vestuario de Eiko Ishioka, acompañado de la música de Wojciech Kilar, la grandísima historia de Bram Stoker, el increíble guion adaptado de James V. y la fantástica dirección barroca de Francis Ford Coppola, nadie, absolutamente nadie, puede hacerlo mal, ni siquiera Reeves.
Mi tarea era escribir sobre una película de terror, y qué mas terrorífico que el amor obsesivo, a flor de piel, que bordea la locura y traspasa el tiempo y el espacio. El amor entre Drácula y Mina es uno de los temas más hermosos del cine, pero también, uno de los más aterradores.